Advertencia

Este blog ha sido diseñado para que pueda realizarse una lectura, de un texto de San Bernardo, cada día del año. No obstante, en esta fase se unificarán progresivamente los capítulos para que también puedan leerse como pequeños libros completos. Igualmente se añadirán las cartas de San Bernardo, que nos permitirán hacernos una idea cronológica de en qué época y circunstancias fueron hechos tanto los escritos como los sermones (están en un blog aparte)

jueves, 2 de enero de 2014

CARTA SEXTA DE SAN BERNARDO

A Bruno, varón ilustre de la Ciudad de Colonia y muy querido del Santo.

Desde que nos vimos pocos días iba en Rems, y en recíproca congratulacióna dimos ambos señales de nuestra amistad, no juzgo que os habréis olvidado de mi pequeñez. Y por esto no te miro como si fueras extraño, sino muy confiado como si conmovido, familiar y amigo nuestro, os escribo todo aquello de que necesito. Os hago saber que Arnoldo de Morimundo, no sin grave perjuicio de toda nuestra Orden, y estando harto, inconsideradamente desamparó y dejó su Monasterio. Porque en hecho tan espantoso, no sólo no esperó de sus Abades el consejo, sino que del Abad del Císter, a quien debía la sujeción como súbdito suyo, aún no esperó su licencia o consentimiento. Pero como se vio hombre y debajo de la potestad ajena.
 Y que él asimismo tenía debajo de la suya soldados, impaciente de la potestad superior, de la propia cerviz arrojó el yugo ajeno y más soberbio a los sujetos, para sí los retuvo debajo del suyo. Y siendo cierto que juntó multitud grande de monjes, así de aquellos que rodea el mar, como de aquellos que habitan la tierra adentro: todo su intento fue vano, pues no los juntó para Cristo, sino para sí propio y ahora lo que ha hecho es dejarle en Morimundo desamparando los remisos y flacos, y llevarse consigo por compañeros a los mejores y más perfectos. Entre los cuales nos ha turbado grandemente el que nos haya quitado tres sujetos y atrevido a engañarlos y llevárselos consigo. 
 Es a  saber, a Evrardo, hermano nuestro y a Adán de quien tenéis muy buen conocimiento y también al noble mancebo Conrado, a quien días ha que sacó de Colonia, y no sin mucho escándalo.
 A los cuales, si nos dais vuestra ayuda, confiamos el que puedan ser revocados con la industria vuestra. Porque de la revolución del mismo Arnoldo, ya en muchas cosas tenemos conocido de su ánimo la inflexibilidad y experiencia, tenemos de su obstinación; y así con este sujeto no queremos el que trabajéis en vano. Hemos oído que Adán y Evarardo y algunos otros monges de su compañía moran y habitan el presente en vuestras tierras. Y si esto es verdad conviene si vos os dignais de hacerlos parecer y ablandarlos con ruegos, con razones convencerlos y a la simplicidad suya de palomas, intruyalos de serpiente la prudencia; y inobediente tiene contra sí la censura, ni tampoco les es lícito seguir a quien ilícitamente camina extraviado, para que no se dejen engañar, dejando el Orden que que profesado, por seguir a un hombre sin orden ni concierto. Y si otra cosa les tiene evangelizado, de aquello que el mismo Ángel del Cielo nos tiene dicho, no conviene dudar de que por autoridad apostólica está descomulgado y serán requeridos y enseñados con la doctrina del mismo Apóstol, que afirma que le deben apartar de todo hermano, ni le reconocen andar inquieto. Él mismo os enseñe a vos el no saber con soberbia ni esperar de las riquezas humanas y mundanas que son inciertas, hasta que habiéndo renunciado a todo, y estando ya probando como a discípulo suyo os defienda Cristo. 

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